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¡Dichoso el que escucha y cumple!

  • Administrador
  • 3 nov 2018
  • 2 Min. de lectura

- 1ª Lectura: Dt 6,2-6

- 2ª Lectura: Heb 7,23-28

- Evangelio: Mc 12,28b-34

 

El primer Mandamiento, se gún la Ley de Moisés (1ª Lect) y según Jesucristo (Evang), es “¡Escucha!”. Eso es lo primero que hay que hacer: escuchar al Señor que nos habla, nos revela su Misterio, nos cuenta sus Planes, nos dice cómo podemos vivir en comunión con Él, nos declara su Amor, y nos de-clara sus Promesas…

Quien escucha a Dios, acoge lo que escucha y lo cumple, ese será dichoso de verdad. Así lo declaró Jesús cuando alguien piropeaba a María por haberlo llevado en su vientre y haberlo criado con sus pechos; entonces dijo el Señor: “Mejor, dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.

Quien no escucha al Señor, no puede conocerle a Él, ni sus Planes, ni conocerse a sí mismo, ni saber nada de su Amor, ni tener certeza de cuál es su Voluntad, ni disfrutar de su intimidad con Él, ni descubrir qué le agrada, ni podrá aspirar a la Vida Eterna porque no sabe nada de eso... Cuando Jesús fue a casa de Lázaro; y su hermana Marta se quejó porque María se había sentado a los pies de Jesús para escucharle, mientras ella se ajetreaba con el servicio, Jesús reveló con toda claridad que “María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará”. Porque había escogido escuchar a Jesús.El Papa Francisco nos dice que escuchar es algo que nos cuesta mucho. Vivimos aturdidos por muchos ruidos, palabras, noticias, conversaciones... Almacenamos “mensajes” sin discernimiento... Todo parece estar en el mismo plano y con la misma importancia. Es decir, ninguna; porque no nos afecta, ni nos mueve a nada… Terminamos no escuchando, no acogiendo, ni grabando nada en nuestro corazón. Oímos cosas, pero ni escuchamos con atención, ni revolvemos nada en nuestro interior.El Señor hoy nos manda escuchar. Él, con su Palabra viva y eficaz, produce un movimiento de escucha, de apertura del oído y del corazón, para que esa Palabra anide, germine y produzca frutos abundantes, como semilla en tierra buena. Esos frutos serán la respuesta al Amor que Dios mismo nos declara, al escuchar en lo más hondo que “el Señor Dios es solamente Uno, y que Él me ama con todo su Corazón, con todas sus Fuerzas, con todo su Ser; y que Él espera que yo le responda amándole con todo mi corazón, con todas mis fuerzas y con todo mi ser; y que ame también así a los demás, porque así es como los ama Él”.

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