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ORDEN SACERDOTAL

Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos (2 Tim 1, 6)

El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. (CEC 1536). El sacerdocio ministerial difiere esencialmente del sacerdocio común de los fieles porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza (munus docendi), el culto divino (munus liturgicum) y por el gobierno pastoral (munus regendi). (CEC 1592).

El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble. La Iglesia confiere el sacramento del Orden únicamente a varones (viri) bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a uno a recibir la ordenación. En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de los hombres. (CEC 1597-1599).

Gracias a Dios tenemos varios hijos del pueblo que son sacerdotes y ahora mismo hay seminaristas formándose que pertenecen a nuestra parroquia. Esta riqueza nos obliga, si cabe más, a cuidar un ambiente vocacional en las familias para que puedan seguir surgiendo vocaciones. Es un don de Dios pero que requiere una respuesta generosa. Tener un hijo sacerdote es la mayor gloria para unos padres.

Recemos todos para que el Señor nos siga bendiciendo con abundantes y santas vocaciones sacerdotales.

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