SANTA TERESA Y LA LECTURA ESPIRITUAL
- parroquiayebenesmarjaliza
- 14 feb 2019
- 4 Min. de lectura

La lectura espiritual es uno de los ejercicios más provechosos para el alma cristiana. En particular, tiene gran importancia para el alma que quiere aprender a tener oración. La experiencia nos dice que muchas almas no adelantan en su vida espiritual porque no entran por el camino de la “oración mental”, y la mayoría de ellas es porque ni siquiera saben que existe esto. Creen que orar es repetir oraciones vocales y así pasan la mayoría del tiempo que dedican a rezar. Un peligro grande es creer que rezar es repetir mecánicamente muchas oraciones. De este mero repetir oraciones dice Santa Teresa: “la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios” (Moradas 1, 1, 7)
Sin duda que las oraciones vocales son fundamentales: El Santo Rosario, el ejercicio del Vía Crucis, una Novena o las oraciones que encontramos en los devocionarios… pero a la vez el Señor quiere levantar a las almas a “vida de oración”, es decir, a vivir de la oración porque vivir de la oración es vivir de la amistad con Jesucristo, es vivir de la fe: El justo vive de la fe (Rm 1, 17).
Dice Santa Teresa, la gran maestra de la oración en la Iglesia, “que no es otra cosa oración mental – a mi parecer -, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” (Vida 8,5).
El Señor nos dice en el evangelio: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15, 15). Esta amistad con Jesucristo, a la que Él nos ha querido elevar, hay que cuidarla. Y la oración mental es “tratar de amistad”.
La doctora mística es uno de los ejemplos más claros del bien inmenso que hacen los buenos libros para la oración. Es sorprendente que lo primero que advierta en el libro de su Vida, cuando habla del bien espiritual que hacen los padres virtuosos a sus hijos, sea esto: “Era mi padre aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos” (Vida 1,1).
En la vida espiritual de Santa Teresa la lectura de libros fue algo capital. Fueron su sustento en los momentos difíciles: “Habíanme dado, con unas calenturas, unos grandes desmayos, que siempre tenía bien poca salud. Diome la vida haber quedado ya amiga de buenos libros" (Vida 3, 7). Pero sobre todo fueron el trampolín para que volase bien alto en la vida del espíritu. Uno de ellos (El Tercer Abecedario Espiritual de Francisco de Osuna) se convirtió en maestro para ella en los inicios y le enseñó la oración de recogimiento: “Y como ya el Señor me había dado don de lágrimas y gustaba de leer, comencé a tener ratos de soledad y a confesarme a menudo y comenzar aquel camino, teniendo a aquel libro por maestro” (Vida 4, 7).
Su testimonio nos ayuda a comprender la necesidad de los libros para tener oración. Orar no es leer, pero leer ayuda a orar. La ayuda de los buenos libros ha sido fundamental para enseñar a rezar a muchos santos. Esto no quiere decir que el que no sepa leer no podrá rezar, pues el Señor da su gracia a los humildes y sencillos. Pero aquellos que sepan no se deben privar de algo tan necesario. Si la oración es “tratar de amistad” con Dios, la lectura puede ser el paso previo que introduzca a nuestra alma en el ambiente necesario para ese coloquio íntimo con Dios. Al ser nosotros tan pobres, sin esta ayuda, es fácil la distracción por la divagación de la imaginación. También es fácil la falta de “materia” que nos ayude a meditar y considerar con nuestro entendimiento como paso previo al ejercicio afectuoso del amor de amistad.
El testimonio de Santa Teresa es claro: “si no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada. Porque la sequedad no era lo ordinario, mas era siempre cuando me faltaba libro, que era luego desbaratada el alma, y los pensamientos perdidos; con esto los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma. Y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más. Otras leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía. Parecíame a mí, en este principio que digo, que teniendo yo libros y cómo tener soledad, que no habría peligro que me sacase de tanto bien” (Vida 4, 9).
En la parroquia hay algunos ejemplares de préstamo para la lectura espiritual o la formación. Tan sólo es una pequeña muestra, pues lo ideal sería que cada familia hiciese acopio de buenos libros espirituales, sobre todo de los grandes clásicos. Así se tendría también una gran ayuda para la tarea más importante en la educación de los hijos: la vida espiritual. Cuidar del Castillo interior de nuestros hijos, al igual que cuidamos de todo aquello exterior necesario (el sustento, el vestido, los buenos modales, etc.), es tarea que se comienza en el hogar. Y para esto, oración. Como dice la Santa Madre Teresa:
“Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración” (Moradas 1, 1, 7)
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